lunes, 15 de mayo de 2017

ALBA DOMÍNGUEZ PAÑERO. ACCÉSIT. SEGUNDO CICLO ESO. CURSO 2014-2015 (FRAGMENTO)

Allí estaba Ana. Como la mayoría de los días se hallaba en su despacho. Estaba harta de su rutina diaria, despertarse, ir a trabajar, regresar a su apartamento, comer y pasarse toda la tarde en su sofá de cuero blanco arropada con su manta de terciopelo rojo y un tarro de chocolate negro en su mano derecha. Ese día, la cabeza no le permitía concentrarse en la tonelada de informes que descansaban cómodamente sobre su mesa de cristal, lo único que hacía era mover entre sus dedos aquella pluma dorada que había conseguido en la convención pasada. Cuando las agujas del reloj marcaron las tres, Ana abandonó su despacho, el eco del portazo resonó como una gran bola metálica cayendo sobre el suelo y después de eso, la oficina quedó desierta, oscura, silenciosa, impenetrable.
Atravesó el rellano que le conducía a su casa, entró, se sentó en el sofá, la fría sensación del cuero le proporcionó una delicada caricia sobre las piernas y finalmente, sus ojos se cerraron como dos portones de acero intentando proteger un castillo. Un pequeño haz de luz que se filtraba tímidamente por las rendijas de la ventana hizo que se despertara. Había sufrido un funesto sueño sobre el tópico bastante conocido: “tempus fugit”, esto le había hecho reflexionar y darse cuenta de que lo más importante era aprovechar cada momento de sus vida como si no hubiera un mañana y eso le dio una idea …