En mitad de una pradera en
Texas, había una pequeña granja. En ella vivía un granjero de
apariencia robusta y desgastada, que era vegetariano y por lo tanto
no tenía ningún animal en la granja, a excepción de su perro,
Ladridos. Tenía un pequeño huerto, en el que cultivaba todo tipo de
plantas para alimentarse.
Un
día salió de su casa dirección al pueblo, que se encontraba al
sur, para comprar sus semillas, cuando llegó se percató de que la
tienda a la que iba siempre estaba cerrada. Desesperado por la
situación, preguntó a un vagabundo que había junto a la tienda,
si conocía algún otro lugar cercano donde poder comprar sus
semillas y éste le habló de una tienda no muy lejana, al norte.
Así pues, fue allí, la tienda tenía un aspecto derruido y estaba
oscura, al entrar, preguntó por las semillas y el dependiente, que
era muy extraño, se las entregó. De camino a casa, se dio cuenta de
que las semillas que acababa de adquirir eran diferentes de las que
solía plantar, pero no le dio demasiada importancia y las plantó de
todas formas. Pasado un tiempo empezó a suceder algo extraño en la
tierra y de repente salieron del suelo dos patatas que, además de
ser verdes tenían vida, las hortalizas extrañadas y sorprendidas
por hallarse en un lugar desconocido para ellas, decidieron irse,
pero entonces, el perro que estaba por allí, las vio y comenzó a
ladrar, el granjero, sobresaltado, salió a comprobar lo que ocurría,
encontrando así a Ladridos moviéndose alrededor de las asustadas
hortalizas. Hubo un momento de calma y expectación y tras sus
gritos, empezaron a correr, mientras el perro y el granjero les
perseguían con intención de alcanzarlas para poder encontrar una
explicación al suceso. Las hortalizas, muy hábiles, encontraron un
lugar donde ocultarse de los que, a sus ojos, parecían gigantes
perseguidores. Asustadas y en silencio, esperaron el momento oportuno
para poder salir de allí, entonces apareció una pareja de ratones
sobre los que montaron para huir del lugar, que suponían, los
ratones conocerían a la perfección. El granjero sin saber muy bien
lo ocurrido tras la fuga de las hortalizas, siguió buscando sin
éxito.
El
sol se escondía tras las montañas, llamó a Ladridos y mientras se
dirigían a casa se planteó la idea de que las plantas que cultivaba
y comía tenían vida propia y sentimientos, pero suspiró y decidió
dejarlo en que era imposible y que quizá hubiera sido solo fruto de
su fantástica imaginación.